7 de mayo de 2010

El Rinoceronte

El Lógico (al Anciano Caballero).- ¿He aquí, pues, un silogismo ejemplar! El gato tiene cuatro patas. Isidoro y Fricot tienen cada uno cuatro patas. Ergo, Isidoro y Fricot son gatos.
El Caballero (al Lógico).- Mi perro también tiene cuatro patas.
El Lógico (al Caballero).- Entonces, es un gato.
Berenguer (a Juan).- Yo apenas tengo fuerza para vivir. Acaso ya no tengo deseos de seguir viviendo.
El Anciano Caballero (al Lógico, después de haber reflexionado largamente).- Así, pues, lógicamente, mi perro sería un gato.
El Lógico (al Caballero).- Lógicamente, sí. Pero lo contrario también es verdad.
Berenguer.- La soledad me pesa. La sociedad también.
Juan (a Berenguer).- Se contradice. ¿Qué es lo que le pesa, la soledad o la multitud? Se tiene por un pensador y no tiene lógica ninguna.
El Anciano Caballero (al Lógico).- Es hermosa la lógica.
El Lógico (al Caballero).- A condición de no abusar de ella.
Berenguer (a Juan).- Vivir es una cosa anormal.
Juan.- Al contrario. No hay nada más natural. La prueba: todo el mundo vive.
Berenguer.- Los muertos son más numerosos que los vivos. Su número aumenta. Los vivos son raros.
Juan.- Los muertos no existen, ésa es la verdad. ¡Ja, ja, ja! (Se ríe a carcajadas.) ¿También ellos le pesan? ¿Cómo pueden pesar las cosas que no existen?
Berenguer.- ¡Me pregunto si yo mismo existo!
Juan (a Berenguer).- ¡No existe, amigo, porque no piensa! Piense, y será.
El Lógico (al Anciano Caballero).- Otro silogismo: todos los gatos son mortales. Sócrates es mortal. Ergo, Sócrates es un gato.
El Caballero Anciano.- Y tiene cuatro patas. Es verdad. Yo tengo un gato que se llama Sócrates. [...]

Fragmento de "El Rinoceronte" de Eugène Ionesco

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